3 Historias De Terror``Homenaje A Hallowen´´.

La Chica De La Carretera.

Cerca del kilómetro 12 en la carretera principal que va de Baltimore a Nueva York hay un cruce con una importante autopista. Se trata de un cruce muy peligroso, y en muchas ocasiones se ha hablado de construir un paso subterráneo para evitar accidentes, aunque todavía no se ha hecho nada.
Un sábado por la noche, un prestigioso doctor neoyorkino -del que evitaremos mencionar su nombre-, regresaba a su casa después de asistir a una sala de fiestas country. Al llegar al cruce redujo la velocidad y se sorprendió al ver a una deliciosa jovencita, vestida con un traje largo, de fiesta, haciendo auto-stop. Frenó de golpe y le hizo una señal para que subiera a la parte trasera de su descapotable.

- El asiento de delante está lleno de palos de golf y de paquetes -se disculpó. Y a continuación le
preguntó: - Pero, ¿qué está haciendo una chica tan joven como tú sola a estas horas de la noche?

- La historia es demasiado larga para contarla ahora -dijo la chica. Su voz era dulce y a la vez aguda, como el tintinear de los cascabeles de un trineo. - Por favor, lléveme a casa. Se lo explicaré todo allí. La dirección es North Charles Street, número XXXX. Espero que no esté muy lejos de su camino.

El doctor refunfuñó y puso el coche en marcha. Cuando se estaba acercando a la dirección que le indicó ella, una casa con las contraventanas cerradas, le dijo: - Ya hemos llegado. Entonces se giró y vio que el asiento de atrás estaba vacío. - ¿¡Qué demonios...!? -murmuró para sí el doctor. La chica no se podía haber caído del coche, ni mucho menos haberse desvanecido.

Llamó repetidas veces al timbre de la casa, confuso como no lo había estado en toda su vida. Después de un largo tiempo de espera, la puerta se abrió y apareció un hombre de pelo gris y aspecto cansado que lo miró fijamente.

- No sé cómo decirle qué cosa más sorprendente acaba de suceder -empezó a decir el doctor-, una chica joven me dio esta dirección hace un momento. La traje en coche hasta aquí y...

- Sí, sí, lo sé -dijo el hombre con aire de cansancio-, esto mismo ha pasado otras veces, todos los sábados por la noche de este mes. Esa chica, señor, era mi hija. Murió hace dos años en un accidente automovilístico en ese mismo cruce donde usted la encontró...

¡Maldito ojo¡

* En cierto modo no comprendía por qué me caía mal el señor Fulgencio de la Sierra y Sala, un decrépito vejestorio, cuando me miraba con su ojo derecho, éste verde y el otro gris blanquecino, detenidamente.
Pocas horas después de servirle una cena (antes y después de cada comida no podía verle pues me lo tenía prohibido) supe sin lugar a dudas, estando acostado en mi cama, que le odiaba debido a su horrible, maldito ojo verde.
La paga era sustancial, pero aún así no podía soportarlo, ¡cuándo lo detestaba! Cada vez que le servía, me daban ganas de saltarle el ojo con cualquier cubierto. Por las noches soñaba con el señor Fulgencio y su repugnante órgano exterior. Si al despertarme de alguno de esos sueños hubiese encontrado al señor en persona…
Pasaron los meses y decidí pedir mi dimisión, cuando ya había juntado el dinero suficiente para hacerme una casita. Debía alejar para siempre el dichoso ojo verde y recuperar mi salud mental que corría un gran peligro de imposible retorno a la normalidad, y nunca más tener más pesadillas. Pero desgraciado de mi, las martirizantes pesadillas continuaron atormentándome cada noche con más ahínco si cabe.
Para no encontrarme solo en las insidiosas noches y dormir placenteramente, decidí contraer matrimonio con la primera que se me pusiera a tiro, dentro de unos límites en cuanto a cánones de belleza mínima para aceptarla. Tuve la dicha inconmensurable de que fuese joven y bella, además de dócil y sumamente cariñosa, además de apasionada en los libertinos juegos de la carne.
Llegó la noche de bodas, y tras constatar todo lo mencionado antes, nos quedamos profundamente dormidos, abrazados. Pero resultó ser espantoso hasta lo inenarrable: soñé de nuevo con el viejo y su rechazable ojo, torturándome si piedad. En el culmen de la desgracia, di un tremendo salto en el lecho escoltado por un alarido afónico y agónico, asiendo instintivamente el cuello de mi dulce esposa de una sola noche pues… ¡¡La estrangulé!! ¡¡Aunque no era mi intención, segué su corta vida!! Tras soltarla ya cadáver y percatarme de mi abominable acción, me miraron sus extraviados ojos como diciéndome por la propia boca con la lengua amoratada colgando grotescamente: ¿Por qué me has matado si nada malo te he hecho, a excepción de procurarte un gran amor? Se me puso la piel más áspera que una lija, y lloré, lloré amargamente abrazándola otra vez débilmente para no hacerla más daño en mi tremebundo delirio. Luego pensé que al menos no sufriría más en esta miserable vida; y ahora me pregunto emborrachándome, si realmente llegó a padecer, si acaso de amor, del amor que sentían los hombres de la zona hacia ella, para irse con uno que no la amaba, si no que la quería como escudo de su enfermizo temor, además de sus fantasías sexuales. Tan solo yo asistí a su humilde sepelio. El forense había dictaminado muerte… ¡natural! cuando ya me veía a merced del verdugo. Casi confesé mi execrable crimen, pero… Cegado por mi todavía creciente locura que me dominaba contumazmente, resolví tras otra horrenda pesadilla, cometer un segundo asesinato para vengarla.

Fui a la lujosa mansión, y me recibió su nuevo sirviente. Le dije que me esperaba su amo por un asunto de extrema importancia. Me llevó a la sala de visitas y fue a avisarle dejándome allí. Pude oír nítidamente la bronca que le propinó por dejarme pasar sin antes preguntarme el nombre y el motivo de mi visita. Tras unos segundos vi moverse el picaporte de oro macizo de la puerta, y me oculté tras las cortinas de seda. Al no ver a nadie se dio la vuelta y voceó aún más irritado al criado todavía visible, que aterrorizado desapareció corriendo como huyendo del mismísimo príncipe de las tinieblas. Antes de que pudiera ir tras él, salí de mi escondite, y sacando raudamente mi navaja barbera algo oxidada, le corté levemente el pescuezo emitiendo un quejumbroso, aunque no muy fuerte, sollozo gorgoteante, siendo suficiente para desplomarse en el suelo enmoquetado, y fue cuando le rematé con frenética saña. No recuerdo cuantas veces deslicé seguidamente la navaja por su decrépita carne fofa. Paré y miré su cara descompuesta llena de cortes manando copiosa sangre , viendo con claridad meridiana, sintiendo un punzante escalofrío, su ojo verde derramando una lágrima ¡¡que también era verde!! Sentí fugazmente cierta compasión, pero recordé su maligna influencia, y con la fina punta del zapato se lo salté, y poniéndome de rodillas, le cerré el otro, y reí triunfante a carcajada limpia. Al dirigirme a la puerta principal para marcharme, me topé con el criado, llorando como un niño, paralizado de asco y terror. No había pensado en un tercer asesinato. Le agarré de la cabeza por el cogote y se la estampé contra la pared de la que pendían cuatro Goyas, hasta contemplar los sesos desparramados varios metros a la redonda.

No huí de la noble villa por no levantar sospechas. Han pasado diez años de los sangrientos sucesos y jamás por las noches he dejado de soñar con ese maldito ojo del diablo que se me presenta con la lágrima verde. He perdido totalmente el sano juicio y estoy recluido en un manicomio desde hace un mes. ¡¡Hasta que me muera, ESE MALDITO OJO Y ESA MALDITA LAGRIMA!!

*

Aquel baúl

Aún recuerdo su mirada, aún recuerdo sus desorbitados ojos, recuerdo sus gruñidos, recuerdo todo sobre él. Es increíble como la vida de un humano puede cambiar en un segundo, es increíble cuando te enteras de lo tétrico y macabro que puede ser un ser, me he preguntado si aparte de Dios el diablo también nos hace a su imagen y semejanza.

La felicidad del hombre se logra cuando se es padre, por lo menos era lo que mis padres decían cuando les preguntaba sobre el tema. Siempre soñé con eso, con un hijo, siempre me gustó la idea de tener un varón, un hijo varonil, inteligente y hábil con el que pudiera jugar y hablar. Ese era mi sueño, un sueño que saltó de alegría cuando mi mujer me dio la gran noticia de que estaba embarazada, no podía creer lo que estaba escuchando, la felicidad me conmovió como nunca. Muchas veces me pregunte como era el reino de Dios, el cielo, el paraíso, en esos momentos pensaba que todo eso maravilloso que dicen que era el cielo no era nada comparado a la felicidad de tener un heredero.

Durante meses estuve impaciente, por mi preocupación y felicidad sometí a mi mujer a prácticamente no hacer nada, contrate sirvientas para que se ocuparan de toda nuestra morada, aunque a mi mujer parecía gustarle esto, ya que según ella era la primera vez en 2 años que la valoraba, fueron largos y felices aunque algo desesperantes nueve meses, en los que no hice nada más que preocuparme por ella, pero un incidente me hizo enfurecer, me hizo asustar y desearle lo peor a una persona, no deseas saber el dolor y odio infrahumano que sentí cuando a mi despacho en mi trabajo como juez llevó un caso macabro, una mujer la cual había matado a su hijo, y había practicado brujería con él. Inmediatamente tome con furia el caso y me dirigí con mi equipo de investigación a la escena del crimen ya que el crimen no tenía ni cuatro horas de haber sido cometido.

Las lágrimas y el odio impregnaron mis ojos al ver el cuerpo del pequeño que aparentaba unos 4 años colgado con grandes clavos y sin ojos debajo de un pentagrama. No podía creerlo, ¿por qué lo hizo? ¿A su propio hijo? ¿Qué clase de humano era tan diabólico para hacerle eso a su propia sangre?.

Inmediatamente arreglé todo con la corte para que lo más pronto posible esta mujer fuera enviada a prisión a pagar por su cruel acto. La mujer guardó silencio en el juicio y no dijo nada en su defensa, era desaliñada, de aspecto pobre, algo vieja para tener un hijo de 4 años y sus arrugas marcaban su cara, la sentencié a pasar el resto de su vida con las ratas. A lo que ella no hizo ningún gesto y fue llevada al calabozo.

Con furia me dirigí al lugar donde ella estaba para recalcarle en su cara el odio que sentía, el asco que me daba saber que gente así existía en el mundo, llegué a su jaula y con furia le recalqué todo lo que sentía, no podía creer lo que le decía, pero mi odio se apoderó de mí. Esta guardó silencio y espero que yo terminara de blasfemar, cuando se me acabó el aire y me sentía completamente desahogado ella me miró, sus grises y profundos ojos se plasmaron en mi, de repente quede paralizado ante esa fría mirada. Ella me miró fijamente y con voz lúgubre y tenebrosa me dijo:

- tú crees poder juzgarme, pero no es así.
- tú crees que lo divino envuelve al planeta, pero no es así.
- tu sabrás algún día lo que es ser padre y ahí me entenderás, pero hoy no porque no sabes nada.
- no sabes el odio que puede estar plasmado en alguien y no sabes el terror que se siente cuando te enfrentas a lo desconocido. Tampoco sabes cómo se puede destruir tu mundo cuando lo infernal destruye sin sentido lo que más amas, pero pronto lo sabrás, pero hoy no.

Me largué con miedo de aquel lugar, lleno de ira, cegado, quería solo ir a mi casa. No quería pensar en lo que esa maldita loca me había dicho, ¿quién se creía que era para hablarme así? Igual, no importaba, esta semana iba a nacer mi hijo y solo quería pensar en tener a mi hermosa y pura criatura en mis brazos y llenarlo de amor, el amor de tener una familia.

Al día siguiente desperté con alegría, había olvidado todo lo que había pasado la noche anterior y sólo quería pensar en mi familia, que iba a ser más grande en poco tiempo. Las sirvientas aún no habían llegado así que me dispuse a recostarme en mi sofá a disfrutar del periódico. De repente un grito desgarrador de mi esposa me alarmó y asustado corrí donde ella se encontraba, al verla me quede paralizado y mis ojos se inundaron de terror al ver a mi amada esposa tirada en el piso llorando y con un gran lago de sangre que empezaba desde sus partes genitales.

“¡Ayúdame! Por favor”, gritaba. Me acerqué desesperado a ver que podía hacer. Pero un segundo después todo se calmó y mi mujer dejo de gritar… Pero también de respirar, estaba aterrado, no sabía qué hacer, pero de un momento a otro escuché un ruido extraño que provenía de los genitales de mi esposa, una gran masa de sangre salió de ella y vi como algo se movía violentamente queriendo salir de allí, estaba estremecido y con ganas de gritar, pero todo empeoró cuando veo que lo que salía violentamente de mi mujer era mi propio hijo el cual mientras se movía violentamente entre las vísceras y sangre que estaba esparcidas por el suelo me miraba fijamente, sus ojos eran blancos y desorbitados, tenía colmillos y algo en su frente que parecían ser cuernos, sus horribles rugidos me estremecieron aun mas y empezó a temblar de una manera diabólica mientras seguía gritando macabramente, quería abarcar con todo, no sabía que estaba pasando, pero me desesperé, sólo quería que dejara de gritar así que rápidamente agarré el equipo de costura de mi esposa y lo agarré de un primer intento, me abalancé sobre él y enterré la aguja en su comisura izquierda, rápidamente cosi su boca mientras él gritaba aún mas y se revolcaba endemoniadamente.

Cuando por fin terminé, sabía que eso no era humano, pero no sabía que era así que rápidamente fui al sótano y saqué un gran baúl que mi esposa tenía guardado para cuando nos mudáramos en dos meses, lo subí y cuando lo vi ahí estaba, subiéndose por las paredes poseído y con ansias de matarme, lo agarré y lo puse en el baúl mientras el enloquecidamente intentaba romper la costura que había en su boca sin importar si se destrozaba, cerré el baúl con candado, lo puse en el auto y salí desesperadamente.

Boté la llave en el camino y mientras ese demonio gritaba eufóricamente yo empecé a recordar, todo lo que había pasado, lo que aquella mujer me había dicho y como mi mundo en pocas horas se destruyó, mi mujer, mi hijo, mi vida y mis sueños, todo se había ido a un agujero negro del cual nunca regresaría, no sé cuantas horas conduje, pero ya estaba completamente oscuro cuando logré ver una playa desierta la cual tenía un aspecto abandonado y triste.

Arrastré el baúl hasta allí, y me alejé de él para no verlo mas mientras seguía escuchando esos gritos demoniacos de “eso” conduje lejos, lloraba sabiendo que mi mundo estaba roto y sin arreglo, ahí entendí que el mundo no se rige por la lógica y por lo moral, el mundo es más que eso, el mundo puede patearte la cara sin que tú hagas nada, no todo es la ley divina de la vida, también lo infernal puede tener su propia ley de vida.

Ha pasado el tiempo, nadie sabe que pasó conmigo, he llevado una vida falsa y he intentado borrar todo de mi pasado, pero siempre que miro a la ventana pienso en donde estará “eso”, pienso en donde estará ese demonio, donde estará ese ser que mato a mi esposa, ese ser infernal que destruyo mis sueños, pienso en donde estará mi hijo…

24 de febrero de 1924

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